Desde hace un par de años he desarrollado una inquietud casi neurótica alrededor del oficio editorial. Tal interés surgió por la necesidad de comprender este quehacer en el que me involucré, cuya ambigua naturaleza me resultaba y aún resulta fascinante. ¿Quién es el editor? ¿Cuál es su función? ¿Para qué interviene el mundo que habita? Estas cuestiones me acercaron a lecturas y publicaciones que si bien resultaron nutritivas, en su mayoría eran de carácter internacional. Lo anterior instauró en mí el deseo de acercarme a la producción nacional sobre el tema. La nueva búsqueda resultó tan desconcertante como iluminadora, pues develó una problemática subyacente: la ausencia de reflexión sobre la edición en Colombia.