En ocasiones el articular coherentemente un imaginario de sentires es confuso, pues es tan visceral que desencadena romances y manías en un cuerpo convulso de voces vestidas de ellas. Es allí donde aparece el lenguaje cotidiano con su ser intencional y utilitario, trayento con sí su función de transmitir ideas y sentimientos, de explicar, declarar convencer, invocar y acusar, así la intención de las se quede corta en el discurso y la comprensión del sentir resulte indudablemente insondable.