Descripción
A finales del siglo XIX, cuando los límites de la ciudad iban desde la calle primera a San Diego, y del cerro que era bordeado por el Paseo Bolívar a San Victorino1, gran parte de la población bogotana vivía en rudimentarias casas de adobe y caminaban por calles mal enlosadas, frágiles y estrechas2, que lo eran más con el deambular de cerdos, cabras o gallinas entre la gente. Estos callejones apestaban con las deyecciones y residuos podridos que se acumulaban por su difícil eliminación. En temporada de lluvias cuando las pocas alcantarillas se rebosaban, las calles se convertían en canales de desagüe arrastrando fango y estiércol. La paulatina apertura de talleres y tenderetes hizo más crítico el panorama, porque se incrementó la acumulación de residuos y basuras, dando origen a espacios patológicos cuya peligrosidad empezó a ser advertida por médicos profesionales y autoridades. Esta preocupación se vio reflejada en iniciativas de orden ejecutivo, como la creación de la Junta Central de Higiene de la capital en el año de 1886, cuya misión era resolver problemas relacionados con la higiene por medio de la investigación científica3. A esto se sumó, las acciones y declaraciones realizadas por un sector de la población bogotana, dirigidas a implementar medidas para la limpieza de la ciudad, las cuales señalan el surgimiento de una percepción sobre el espacio urbano y sus condiciones, que antes no se manifiesta de forma tan clara y repetida.