La democracia deliberativa es un ideal normativo de la democracia. Este modelo constituye no solo una propuesta para la regeneración de la legitimidad de nuestras instituciones, sino también un mecanismo para la toma de decisiones. Se basa en dos dimensiones: una procesal, en la que el modelo exige la inclusión y la misma capacidad de influencia en la decisión final de todos los afectados (Cohen, 1989; Bohman, 1996; Habermas, 1992), y una sustantiva, que exige que las decisiones políticas se tomen a través de un procedimiento colectivo basado en la argumentación y el debate público. Si estas condiciones se reconocen, las decisiones serán más racionales y mejores. Este artículo tiene dos objetivos. En primer lugar, presentaremos los elementos clave de esta concepción epistémica de la legitimidad política. En segundo, mostraremos los retos a que se enfrenta. Por un lado, el carácter contrafáctico de muchas de sus propuestas y, por el otro, los problemas derivados del sesgo consensualista del modelo.