Los problemas que política y éticamente plantea la rememoración del pasado violento ha producido un auge de los estudios de la memoria histórica, de la indagación en torno a su papel en la justicia transicional. Aquí un amplio espacio se les ha dedicado a los mecanismos institucionales que han sido creados para ello: museos de la memoria, comisiones de la verdad, confesiones públicas y centro de la publicación de la memoria. Sin embargo, pese a que las artes han desempeñado un papel sin duda nada despreciable en estos procesos, poco espacio se la ha dedicado a su rol, especialmente al que han jugado las artes cinematográficas.
El presente trabajo intenta contribuir a llenar parcialmente esta laguna, partiendo del análisis de dos largometrajes de ficción: Cóndores no entierras todos los días (1983) (Cóndores de aquí en adelante) y La historia oficial (1985). Dos películas que hacen un ejercicio de memoria histórica, orientada una específicamente a un proceso de justicia transicional en este caso La historia oficial y la otra, al esclarecimiento de un fenómeno histórico, con potencial de repetición. El problema central que quiere contribuir este trabajo, puede resumirse en dos preguntas ¿cómo contribuye el cine a la reconstrucción de la memoria histórica? y ¿cuál es su aporte específico en este sentido?