dc.description.abstract | La educación ha sido una preocupación perenne en la historia de la especie humana y, sin embargo, resulta curioso, e incluso horroroso, que dentro de la inquietud acerca de la formación de las capacidades y conductas humanas, la toma de conciencia crítica se suela distanciar del problema de la reiteración casi universal del fenómeno de la violencia. Irónicamente, desde el origen de nuestra especie, los seres
humanos no logramos un tipo de organización sociopolítica que consiga poner un ordenamiento de la sociedad que no recurra a la violencia como medio. Vemos, por lo tanto, que la idea de educación que se presenta desde el inicio de este debate sostiene que debe aplicarse una pedagogía que utilice al diálogo de cara al análisis de las causas y formas de la violencia con el fin de tomar conciencia y desarrollar un rol de
responsabilidad. Por esta razón, se piensa un método incipiente por el que se impulse el pensamiento crítico como una manera de ver la vida más allá de las ideologías
culturales y económicas. En este texto se muestra la deconstrucción de algunos de los problemas sociales, políticos y económicos por los que nuestra sociedad se constituye y desarrolla tomando a la violencia como un paradigma atemporal y constante en la historia de la humanidad. Según este planteamiento, es posible observar y describir la continuidad de las prácticas que perpetúan la injusticia en todos los sistemas humanos. Al analizar estas descripciones se evidencia un problema metodológico de las formas de enseñanza como el punto crítico por el que se puede pensar y dar un límite a la violencia. En este sentido, la naturaleza dialógica de una filosofía para la educación popular se presenta aquí como una respuesta plausible -¿innovadora?- ante algunos de los fenómenos culturales de nuestro momento histórico. Toda esta propuesta recorre elementos del pensamiento de Platón, Werner Jaeger, Martha Nussbaum, Gregory Vlastos, Michel Foucault, Paulo Freire, Iván Illich, Enrique Chaux, Marco Raúl Mejía, Marie Louise Martínez y René Girard. | spa |