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Históricamente, se ha mostrado un crecimiento demográfico acelerado alrededor del mundo que ha generado metrópolis de altas densidades y que ha causado una pérdida de control sobre las mismas. Este es el caso de Bogotá, que es vista como una de las ciudades más densas en el mundo, pues según un estudio realizado por Stephen Wheeler “Bogotá cuenta con 24.643 personas por kilómetro cuadrado, es decir, supera 3 veces la densidad de Paris, más de veinte la de Atlanta y el doble de Ciudad de México” (Yunda, 2018).
Dicho crecimiento, se agudizó en gran parte, por la escasez del suelo y por procesos de densificación que ocuparon las áreas libres dentro del perímetro urbano de la ciudad, y por otra, por procesos sociales de migración y desplazamiento. Esto, debido a que Bogotá es considerada como una ciudad de acogida que resulta de gran interés debido a motivos como oportunidades laborales, reunificación familiar y mejora de niveles de calidad de vida (Cancillería, s.f.).
En consecuencia, se ha generado un proceso de ocupación hacia municipios aledaños (conurbación) y territorios periféricos de la ciudad, que han expandido sus límites y bordes.
Dichos bordes (según el Plan de Ordenamiento Territorial-Bogotá Reverdece 2022-2035) se han clasificado como Bordes Urbanos entendidos como ” franjas de barrios que colindan, con el perímetro urbano de la ciudad y con el desarrollo urbano”; Bordes de protección ambiental, entendidos como “zonas manejo integral del suelo rural al interior del sistema metropolitano” ; Y Bordes urbano-rurales (BUR) que son “territorios de borde que influyen entre el entorno urbano y rural, que poseen diferentes presiones de la urbanización informal” . Los cuales, han sufrido la presión de nuevos desarrollos (tanto formales e informales), que han generado diversos impactos sobre los mismos.
Dicha presión, se ha intensificado en los Bordes Urbano-Rurales (BUR), pues, estos han tenido que sufrir ocupaciones no planificadas en zonas no aptas para un desarrollo urbano, debido a un urbanismo emergente que presiona constantemente este tipo de territorios convirtiéndolos en territorios con grandes problemáticas de desarrollo.
Así mismo, tal presión, y con ello los asentamientos que habitan tales territorios, han ocupado zonas de conservación que poseen lógicas completamente distintas a las de un territorio urbano. Lo anterior, ha generado desarrollos ajenos al territorio y carentes de una planeación adecuada, que, en consecuencia, resultan en territorios marginados, carentes de servicios, que, ponen en riesgo la habitabilidad de la comunidad y la preservación del territorio rural.
Es por ello que, los modelos de planificación de la ciudad de Bogotá han mostrado gran interés en contrarrestar los efectos negativos mediante delimitaciones y programas de prevención y control sobre los BUR. Tales programas se han venido desarrollando en territorios como Floresta de la Sabana, San Isidro Patios-Chapinero, La Macarena-Santa fe, La flora-Usme y Alto Fucha- San Cristóbal, (barrios particulares ubicados en la Franja de Adecuación y en La Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá), que han estado en el foco de intervención, mitigación y cuidado.
Dichos territorios, y sobre todo el territorio de Alto Fucha perteneciente a la localidad de San Cristóbal, resulta de gran interés para el desarrollo del trabajo actual, pues pertenece a una de las localidades con mayor cantidad de suelo rural (66% de suelo rural y 34% de suelo urbano) en la cual se desarrolló el primer asentamiento suburbano que dio inicio al desarrollo hacia el sur oriente de la ciudad de Bogotá (Alcaldía de Bogotá, 2012), y que cuenta con uno de los territorios escenario de disputas jurídicas y sociales más fuertes (Alto Fucha).
Esto, debido a que se encuentra inmerso sobre los cerros orientales de la ciudad y sobre franja de adecuación, lo cual, ha generado choques constantes con la administración.
Así pues, ha estado inmerso por una parte, en planes y programas que llegaron a un diseño general como “El plan maestro del parque urbano “ronda del rio” (Planeación, 2004), la operación estratégica del rio Fucha (OERF) (Secretaria de Planeación Bogotá, 2017),” el plan de zonas de reserva para el espacio público construido” (Artículo 246-Zonas de reserva para Espacio Pùblico Construido, 2013), y “el mejoramiento integral de barrios. Y por otra parte en programas que no llegaron a adoptarse “Ecobarrios” y “El Pacto de Bordes”-CAR.
Esto, debido a que han presentado grandes vacíos en la organización por parte de las administraciones distritales, por falta de comunicación con los territorios y a que se han desarrollado en base a formas de planificar tradicionales y aisladas a las dinámicas del territorio que reflejan una desconexión hacia la forma de actuar sobre un cuerpo urbano-rural y hacia las dinámicas formales e informales de Alto Fucha.
Así mismo, Alto Fucha ha estado inmerso en programas e intervenciones comunitarias, que, aunque generan pequeñas acciones, no poseen las herramientas necesarias para generar impactos de gran escala que respondan a las necesidades del territorio.
Lo anterior, deriva en un territorio con diversos intereses que media entre una lógica formal y una lógica informal que chocan constantemente y que, en consecuencia, generan una pieza aislada con grandes deficiencias urbanas y carencia de intervenciones.
Es por ello que, este proyecto busca generar una aproximación a un tratamiento hacia el Borde Urbano Rural de Alto Fucha complementario y participativo, que entienda las condiciones y dinámicas del territorio y que medie entre los diferentes modos de actuar planteados actualmente (actuaciones distritales y comunitarias). Esto, teniendo en cuenta que, aunque no han mostrado un funcionamiento totalmente óptimo, poseen propuestas e impactos positivos que pueden mantenerse y potenciarse.
Esto, con el fin de generar un planteamiento conjunto entre las propuestas generadas por la población y la planeación de ciudad actual, que permita generar una serie de estrategias e intervenciones que comprendan la identidad y las emergencias del territorio urbano rural. Esto con el fin de crear y proponer un desarrollo adecuado que entienda y asegure no solo la preservación del paisaje urbano rural, sino de sus habitantes.