El envejecimiento de la población, los cambios culturales, así como las nuevas dinámicas y conformación de las familias, han llevado a que el número de ancianos que viven solos sea cada vez mayor. Vivir solo no es un problema para el anciano si cuenta con el soporte funcional, social, afectivo y cognitivo necesarios para poder evitar y afrontar los riesgos de n tener la compañía de otra persona. Sin embargo, no todos los ancianos que viven solos cuentan con los recursos necesarios para poder hacerlo. Algunos pueden presentar deterioro físico que impacta en su funcionalidad, otros pueden tener compromiso a nivel cognitivo o afectivo que los lleve al aislamiento; también puede haber quienes no cuenten con la red de apoyo social suficiente que les brinde asistencia en caso de ser necesario y otros no tienen los recursos económicos mínimos para solventar los gastos y necesidades básicas que implican el vivir solo. En el presente trabajo pretendemos hacer un resumen de las motivaciones, las condiciones que favorecen y los riesgos que pueden afrontar las personas ancianas que viven solas.