En el presente artículo nos proponemos abordar la película El artista (2009) y el libro El artista (2010) como mutaciones de una misma práctica artística participativa que genera umbrales entre las distintas disciplinas y las afecta en diversos niveles, hasta someterlas a una especie de indeterminación autoral que les permite generar pequeñas e imperceptibles fisuras al dispositivo clasificatorio del mercado cultural en el que se inscriben, pero de cuya hegemonía en el arte anticipan su final.