La enfermedad de Chagas (ECh) es una infección ocasionada por el protozoo Trypanosoma cruzi, el cual se distribuye naturalmente en América Latina desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina. Sin embargo, en los últimos años la infección por T. cruzi ha migrado a regiones no endémicas, siendo reportada en países de los cinco continentes, convirtiendo la ECh en una de las enfermedades transmisibles con más amplia distribución geográfica y en un problema de salud global emergente (Lidani et al., 2019). T. cruzi es transmitido al humano principalmente por un insecto vector, sin embargo, la transmisión oral, a través de donaciones de sangre y trasplante de órganos, también han sido documentadas. Adicionalmente, este parásito puede transmitirse a través de la placenta e infectar al feto en el útero (transmisión transplacentaría).
En la actualidad existen métodos de diagnóstico rutinarios, tanto directos (detectar el agente etiológico) como indirectos (detección de anticuerpos) para el diagnóstico de la infección por T. cruzi, sin embargo, no todos son útiles al momento de realizar el diagnóstico en los recién nacidos, llevando a un aumento en la tasa de mortalidad y morbilidad en los neonatos (OPS, 2010).