La pandemia por SARS-Cov2 constituyó una emergencia sanitaria global con una tasa importante de morbilidad y mortalidad asociada, recalcando la vulnerabilidad de el personal de salud dado su amplia exposición al virus. Durante la pandemia fue registrado e informado ampliamente de escasez de equipo de protección personal, incluidas máscaras médicas y respiradores N95, lo cual es de particular preocupación para procedimientos que generan aerosoles. Adicionalmente Las prolongadas horas de trabajo en los centros de salud y el alto riesgo de contaminación ha forzado a la primera línea de profesionales a utilizar estos elementos por largos periodos de tiempo lo que condicionó un aumento de las lesiones por presión relacionadas con dispositivos médicos, introduciendo el riesgo de que bacterias, hongos y virus, incluida el coronavirus (COVID-19), pueda penetrar a través de la piel y llegar al torrente sanguíneo, con consecuencias potencialmente fatales en los profesionales sanitarios afectados. Por lo anterior se desarrolló un dispositivo de protección facial que cumpliera con los estándares de bioseguridad en el marco de la pandemia COVID-19, de fabricación local, con un bajo impacto en la cadena de desperdicios provenientes de productos desechables y que así mismo, minimizara el riesgo de lesiones causados por las presiones en su acople, permitiendo así una adecuada correspondencia antropométrica y anatómica entre la máscara y el usuario durante sus largas jornadas.