Un personaje está condenado a habitar en un universo limitado y claramente dividido en dos. Por un lado, entramos en un mundo de lo efímero, un espacio mecánico donde las cosas se dirigen indefectiblemente a su desaparición, y por otro lado existe otro mundo más etéreo donde las cosas pueden tomar nuevas dimensiones más allá de lo lineal. El personaje habita en esta dualidad y puede jugar ligeramente con los elementos de ambos mundos, pero al final uno siempre lo contiene y otro siempre le será inaccesible.