En los últimos años se ha producido un aumento espectacular de la longevidad acompañado de una reducción drástica de las tasas de fecundidad que ha conducido inevitablemente al envejecimiento de la población mundial. Derivado de ello aparece el riesgo de que los miembros de un determinado colectivo sobrevivan a sus ahorros, que además no es diversificable porque afecta a todos sus integrantes por igual. La opción natural que tienen las familias para cubrirse de este riesgo son las rentas de supervivencia. Estos productos financiero- actuariales permiten a sus asegurados transformar el ahorro acumulado a lo largo de un determinado periodo de tiempo en un flujo, normalmente vitalicio, utilizado para complementar los ingresos de la pensión de jubilación derivados de un sistema público de pensiones. El problema es que en la mayoría de países el mercado de seguros de rentas está poco desarrollado, tiene un número reducido de participantes y presenta una elevada concentración. Ello podría deberse a razones tales como desincentivos fiscales, motivos de herencia, posible selección adversa y falta de comprensión por parte de los inversores. Sin embargo, existen otros productos que podrían resultar más adecuados tanto para los particulares como para las compañías aseguradoras expuestas a este tipo de riesgo. Dichos productos son los activos derivados sobre longevidad de los mercados de capital cuyo principal representante hasta la fecha han sido los bonos sobre longevidad. Estos instrumentos pagan una serie de cupones dependiendo del valor que alcance un determinado índice de longevidad/mortalidad. Así concebidos, tanto los cupones como el principal de la emisión pueden ser arriesgados si la mortalidad de la cohorte cubierta se comporta mejor de lo esperado. Este artículo analiza ambas formas de cobertura del riesgo de longevidad, tradicional y alternativas, y presenta una serie de ejemplos reales de ambas haciendo especial referencia a las ventajas e inconvenientes derivados del uso de cada una de ellas.