dc.description | En el mundo contemporáneo la vejez tiene una connotación negativa ya que se entiende que, quienes se ubican en esta franja etaria, resultan inútiles e incapaces de aprender y progresar. Surgen grandes transformaciones en la estructura familiar, convirtiéndose en un tipo de familia nuclear y el anciano se trasforma en un ser desprotegido. Así nacen las residencias, los servicios sociales, etc. En países como China, India, Japón, Corea, Irán, Irak e Israel se respeta a los ancianos, mientras que en algunos países latinoamericanos como Brasil, México, Ecuador, Paraguay, Bolivia, el anciano debe trabajar hasta que la salud se lo permite, apuntando a que no sea la edad de la persona un límite, sino la enfermedad únicamente. El siglo XX nos legó la posibilidad cierta de perdurar como nunca antes en la historia de la humanidad. Se elongo el tiempo de vida de las personas en los albores del siglo XXI y es así que Naciones Unidas proyecta que, para el año 2050, las personas que cumplan sesenta años en las economías consolidadas tendrán una esperanza de vida de veintiséis años más, y crecerá también en los países emergentes, en los que la expectativa llegará a los veintidós años. Aunque el envejecimiento global y multigeneracional parece a simple vista un éxito rotundo de la humanidad lo cierto es que, simultáneamente, se ha instalado entre nosotros una cultura anti-age que considera el envejecimiento una enfermedad y promueve biotecnológicamente su fin. La vejez comporta miradas ambivalentes, luces y sombras, poderes y pérdidas, expectativas y frustraciones, ventajas y precios a pagar para su sostenimiento.Estamos ante un sistema de violencia ejercido sobre las personas mayores que se constituye también como violencia simbólica, ya que el discurso social se va construyendo desde mitos y prejuicios que colocan a dichas personas en el lugar de sujeto enfermo, deteriorado y... | |