Todos pertenecemos a una familia. Todos formamos “parte” de un sistema que comparte sangre. Puede ser que los veamos mucho, poco, que esté constituido por pocos miembros o por una horda de personas que no conocemos bien. Es posible que nos encontremos todas las tardes o que solo los veamos en navidad y que dentro de este grupo se den lugar encuentros de todo tipo y lealtades que conllevan obligaciones y derechos que no existirían si no fuéramos parte de esta familia.