Al cabo de dos años de cambios en nuestras vidas existen varias formas de integrar (o no) lo que se ha modificado en nuestras vidas: por un lado, están quienes eran propensos al miedo, orden y/u obediencia y decidieron modificar sus rutinas y con ello su estilo de vida para adaptarse a las peticiones que desde las instituciones se promovieron y que terminaron aislándonos “por tu propio bien”. Todavía hay personas que consideran que somos peligrosos y que es mejor vivir separados pues el contacto supone riesgos para la vida. Quienes piensan así llevan un tiempo –y tal vez llevaban un tiempo desde antes de la pandemia- buscando mejorar su casa, su espacio de trabajo y creando lugares seguros para existir en donde la conservación es lo más importante: comer bien, tener dispositivos que les permitan divertirse de mejor manera (una mejor tele, un mejor celular) o utilizar la tecnología para sustituir el contacto (teletrabajo, compras a casa para no salir a la calle, etc.).