La vida continúa en todos los ámbitos de la sociedad, en la familia, en el trabajo y en la universidad. Hemos aprendido a cuidarnos, eso pienso, y a solidarizarnos con quienes tenían menos recursos y capacidades para enfrentar la pandemia. Aun cuando el temor a contagiarnos del virus nos ha distanciado físicamente, nuestra fe cristiana o nuestras raíces humanistas como personas conscientes de nuestra responsabilidad social nos han mantenido cercanos y compasivos con quienes han necesitado de nuestro consuelo y apoyo.