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Puerto Morazán, municipio famoso por sus granjas camaroneras y su antigua condición de puerto que catapultaba producción nacional hacia el norte de Centroamérica, a finales de octubre de 1998 fue castigado por el Mitch en su vena más productiva: las granjas camaroneras. A menos de una semana de la cosecha del camarón, el huracán Mitch hizo subir el Río Estero Real hasta alcanzar unos niveles jamás registrados.
La mayor parte de las casas del poblado conocido como Puerto Morazán, antigua cabecera municipal, fueron cubiertas por las incontenibles aguas del Estero. El grueso de las viviendas de Puerto Morazán está situado sobre una lengua de tierra ubicada entre el Estero Real y uno de sus brazos, el estero Amayo. Ambas corrientes de agua se unieron tragando el poblado, los asediados habitantes se replegaron hacia una pequeña loma cercana y en esa precipitada huida, las pangas (botes) de los pescadores, camaroneros y "leñateros" jugaron un papel clave para el rescate en el momento en el que todo perdían, porque la crecida del Estero en ese momento, estaba llevándose toda la producción de camarones a pocos días de finalizar el ciclo de tres meses en los estanques y estaba derribando los muros de las piscinas, dañando las bombas de agua, depositando toneladas de sedimento, entre otros perjuicios a las mejoras infraestructurales de las granjas. Las pérdidas en toda la zona han sido calculadas por Efraím Montano, presidente de la Unión Regional de Cooperativas Camaroneras de Morazán (URCOCAM), en 30 millones de dólares, a los que podrían fácilmente sumarse 10 millones más en los próximos meses, en caso de que el financiamiento para la reactivación no llegue oportunamente.
El costo de rehabilitar las granjas es monumental: paredes de tierra que deben levantar tractores (a un costo de US$50 la hora y un promedio de 300 horas por granja camaronera), sacos de arena colocados a modo de muros de contención, remoción del sedimento, reparación de las bombas y motores de algunos botes, compra de nuevas larvas, etc. Si tarda el financiamiento, el invierno no permitirá el trabajo de los tractores, la producción de este año será menor, disminuirán los ingresos y aumentará el desempleo, y no sólo en la zona, puesto que la cadena comercializadora une este eslabón al de los pescadores de larvas en Poneloya, que no tendrán a quién vender las larvas.
La mayor parte de los productores están agrupados en cooperativas y de ellos son las granjas menos dotadas de capital y de sistema extensivo (menor densidad poblacional de camarones, menor empleo de fertilizantes químicos y menor bombeo de agua). Sin embargo, el grado de tecnificación adquirido ha provocado que sus inversiones demanden un capital del que no disponen los cooperativistas y para cuya consecución se ven obligados a endeudarse con las empresas comercializadoras, las que de esta forma se aseguran la parte del león en las ganancias cuando condicionan los desembolsos de los préstamos a bajos precios de la producción.
Las cooperativas ya estaban endeudadas antes del Mitch, y ahora, con ninguna cancelación de sus obligaciones crediticias anteriores, deben endeudarse de nuevo; de ahí que sólo el 20% de las cooperativas estén rehabilitándose. El dilema aquí es volver a los métodos artesanales y poco productivos de cultivo del camarón o endeudarse más. Aquí llovió sobre mojado. El huracán de las comercializadoras del camarón, habituales acreedores de las cooperativas camaroneras, puede terminar lo que el huracán Mitch dejó en condiciones tan precarias.
Las comarcas del interior del municipio también padecieron el impacto del Mitch, aunque en menor medida. El Mitch provocó la pérdida del 100% del área sembrada de maíz, el 70.74% del frijol, el 49.87% del sorgo, el 97.18% del ajonjolí, el 55.88% del arroz, el 61.62% del plátano y el 76.10% del banano. Aun cuando la zona agrícola es muy reducida y no fue perjudicada por la crecida del Estero, el daño a la producción de 2,271 manzanas implica una pérdida de 21,369,610 córdobas, según los datos de la alcaldía. Además, fueron dañados 8 puentes, 257 kilómetros de caminos y 1,112 viviendas y la población se queja de un deterioro de la calidad del agua y de la contaminación de muchos pozos.
Esto produjo el Mitch, pero no hay duda de que se montó sobre un andamiaje social que hizo las veces de amplificador de su impacto. La flora más común en el Estero la constituyen cuatro especies de mangle: el mangle rojo, el curumo, el palo de sal y el angelín. El masivo e inusual flujo de agua dulce que el Mitch volcó sobre el Estero, redujo sus niveles de salinidad y provocó que muchos árboles de mangle se secaran, pero mucho mayor ha sido el efecto de la extracción de leña con fines comerciales. Los crecientes niveles de desempleo siguen empujando a la población hacia esa actividad, llevada a cabo sin ningún plan de manejo ni supervisión por parte de las instituciones a quienes compete: la Alcaldía, el MARENA y el INA-FOR.
Ligado a la explotación camaronera, a las limitaciones de la misma y las consecuencias ecológicas que de ello derivan, estará el futuro del municipio. Las limitaciones de esta actividad tienen varias ramificaciones: las políticas de ADPESCA que favorecen la especulación, el hecho de que la Alcaldía no tenga peso para determinar el otorgamiento de las concesiones, la ausencia de plantas procesadoras del camarón y otros productos estuarios que hace migrar valor agregado, el incremento de la presencia de grandes empresas que hace migrar los excedentes y acrecientan el grado de contaminación por el uso intensivo de químicos, etc.
El cultivo del camarón puede jugar un papel decisivo en el desarrollo del municipio de Puerto Morazán; sin embargo, en su forma actual, los importantes beneficios financieros de esta actividad frecuentemente se han obtenido a expensas del ecosistema y de la miseria de los pobladores del municipio. Es importante esclarecer quién está soportando los costos y quién está disfrutando los beneficios. La camaronicultura puede ser un oasis o convertirse en un espejismo.