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Identidad social, imaginario, universo simbólico, memoria, identidad colectiva, son entre otros conceptos acuñados por la filosofía, la sociología y la antropología, para hacer referencia a los fenómenos de la solidaridad grupal que hacen posible la vida social. Un punto de partida insoslayable para abordar el tema de la identidad y el pensamiento latinoamericano debe ser su doble carácter de construcción social y construcción histórica en cuanto que es producto y resultado de una interacción que se realiza en una trama de relaciones económicas, políticas y culturales. "La identidad se forma por procesos sociales. Una vez que se cristaliza, es mantenida, modificada o aún reformada por las relaciones sociales. Los procesos sociales involucrados, tanto en la formación como en el mantenimiento de la identidad, se determinan por la estructura social. Recíprocamente, las identidades producidas por interjuego del organismo, conciencia individual y estructura social, reaccionan sobre la estructura social dada, manteniéndola, modificándola o aun reformándola". Lo mismo puede decirse del pensamiento.
Esta concepción estructural nos permite comprender tanto su movimiento pendular entre la continuidad y la mutación como el papel activo y creador que en ellos juega el hombre.
Hace 500 años se inició el proceso de universalización de la historia, en la que el Viejo Mundo convierte el Nuevo Mundo en la base para el establecimiento de un orden mundial económico, político y cultural, y con éste la construcción de la identidad social y el pensamiento, bajo las nuevas condiciones.
El discurso legitimador tuvo dos ejes esenciales: "civilizar a los salvajes” y cristianizar a los idólatras", a fin de construir una identidad social, tendiente a uniformar y homogeneizar lingüística, cultural y económicamente a la multiplicidad étnica y plurilingüe del nuevo continente.
El resultado fue la de un verdadero etnocidio, ya que a través de un proceso de aculturación y desculturación las minorías étnicas se fueron eliminando, tanto estadística como jurídicamente, integrándolas a las etnias dominantes.
A pesar de todo, hoy sobreviven alrededor de 42 millones de latinoamericanos provenientes de los grupos étnicos originarios, que representan aproximadamente el 10% de la población total. Discriminados a lo largo de todo el continente, en la mayoría de los Estados son grupos minoritarios, excepto en Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia que son mayoría.
Un segundo período histórico importante en la construcción de la identidad social y el pensamiento de América Latina lo constituye el surgimiento de los estados-naciones y que hoy todavía no ha concluido, como dijo acertadamente Dussel "América Latina se ha visto enfrentada en el transcurso de un siglo y medio con un número creciente de problemas que Europa pudo lentamente asimilar y crear durante casi seis siglos".
Las grandes tareas como el nacimiento de las nacionalidades, la secularización, las transformaciones económicas y tecnológicas del sistema colonial, entre otras, serán asumidas por las clases y grupos oligárquicos dominantes. Nuevamente la composición multiétnica de América Latina será violentada, y el discurso ideológico legitimante será el que brindará la filosofía positivista: "progreso", "independencia", "soberanía", "igualdad".
Hoy, a las puertas del tercer milenio, a 500 años de estar luchando por construir una identidad social basada en "el reconocimiento y el respeto del otro", en "el derecho del otro a ser distinto", en el intento de "vivir la unidad en la diversidad", nuevamente nos encontramos con una realidad heredada que subyuga y somete Latinoamérica y las Naciones del Sur a los antojos de las Naciones del Norte. Los centros de poder reproducen nuevas fórmulas en moldes viejos: "Nuevo Orden Mundial", "Fin de la historia", "Paz perpetua", "Desajustes inevitables y necesarios del desarrollo, "Aldea Global"... El discurso ideológico legitimante lo abandera Fukuyama: "El triunfo de Occidente, de la idea de Occidente, es evidente, sobre todo en el agotamiento de las alternativas sistemáticas viables al Liberalismo Occidental". El sufrimiento y la irracionalidad se refleja en el cuadro patético de las Naciones del Sur: 2000 millones están infraalimentados, 800 millones viven en extrema pobreza, 40 millones mueren cada año de hambre. Urge cambiar este orden económico y social por justicia, por ética y por sobrevivencia.