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Durante la década de los noventa, las reformas educativas han ido adquiriendo mayor amplitud y profundidad en Centroamérica.
Se trata de un movimiento generalizado en el mundo tras las nuevas rutas abiertas a la educación por la “Conferencia Mundial sobre Educación para Todos” (Jomtien, Tailandia, marzo 1990).
Esta importante Conferencia recogió e interpretó las nuevas formas de satisfacer las demandas educativas de la población, así como el papel decisivo que le correspondería ejercer a la educación en su relación con el desarrollo humano y los retos del nuevo milenio, en la perspectiva de una sociedad cuyo principal potencial será la inteligencia y el capital humano.
En este sentido la Conferencia planteó una nueva visión de la educación y trazó un nuevo itinerario pedagógico centrado en los aprendizajes. El Plan de Acción, que de acuerdo a los nuevos postulados organizativos, pedagógicos y metodológicos propuso la Conferencia, se convirtió de hecho en un desafío para los países y en la necesidad de realizar profundas reformas educativas, particularmente en la educación básica.
Las Cumbres y Conferencias mundiales de la presente década organizadas por las Naciones Unidas que han abordado los grandes retos de la Humanidad: Medio Ambiente (1992), Derechos Humanos (1993), Población (1994), Desarrollo Social (1995), Mujer (1995), Educación Superior (1998), etc., otorgan a la educación un papel clave y decisivo para enfrentar con éxito esos grandes paradigmas de la Humanidad.
La condición fundamental para satisfacer la expectativa de la Humanidad respecto a la educación era realizar reformas profundas en los sistemas educativos. Sin embargo, este papel no se podía ejercer con una educación que hiciera más de lo mismo, sino que hiciera más pero de algo nuevo.
Centroamérica se apropió de este reto y retomando el curso trazado por los cambios educativos del pasado, concentró su interés en reformas que abarcaran los componentes claves para hacerlas efectivas, tales como la base jurídico-legal, la organización y gestión descentralizada, la transformación curricular para nuevas formas de enseñanza-aprendizaje, la formación, desarrollo y condiciones profesionales, sociales y laborales de los maestros, la participación de la familia y de la sociedad en la tarea educativa, el financiamiento-inversión, la tecnología educativa, etc.
En la orientación y desarrollo de estas reformas, han jugado un papel importante las fuentes multilaterales de financiamiento, cuyas directrices y prioridades se perciben con claridad en todos los países del istmo centroamericano.
Nicaragua entró de lleno en la dinámica de la reforma educativa centrada en tres grandes objetivos: Transformación Curricular (académico-pedagógico), Descentralización Educativa en su versión de Autonomía Escolar (administrativo-gestión) y Formación en Valores (axiológico-ideológico).
Como es natural, esta dinámica tuvo como referente la educación de la década de los ochenta o la educación en el proceso de una revolución popular, anticapitalista. Sobre su desmontaje se construye el nuevo modelo educativo, teniendo como eje dinamizador del mismo la reforma de la educación no superior de Nicaragua centrada en los tres grandes objetivos señalados.
Este proceso abrió la oportunidad de hacer un estudio serio y objetivo sobre la reforma educativa en Nicaragua como parte de una investigación conjunta realizada en Guatemala, El Salvador, Honduras y Panamá por investigadores de estos países, con un diseño uniforme, bajo la coordinación técnica del Programa UCA-PREAL de Nicaragua y con el apoyo financiero de la Fundación Ford.
El estudio de Nicaragua, bajo nuestra conducción, estuvo a cargo de los Máster en educación, Miguel De Castilla Urbina y de Rafael Lucio Gil, quiénes con un excelente conocimiento de la educación nicaragüense, un inobjetable dominio de las técnicas de investigación, con visión profesional y criterios propios, profundizaron en el proceso de la reforma educativa desarrollada por el Ministerio de Educación en el período 1990-1998 (Agosto).
Es importante tener presente las características de este período, por cuanto le antecedió la educación de la Revolución Sandinista, y en él prevaleció un estilo de gestión fuerte, en ocasiones vertical, muy vinculado a las directrices del Banco Mundial respecto a la concepción y orientación de las reformas educativas, centradas fundamentalmente, en la educación básica.
Por supuesto el período de siete a ocho años no es suficiente para verificar el sedimento e impacto de la reforma educativa implantada, pero sí es posible derivar de ella algunos indicios objetivos para valorar su acción y desarrollo.
Dejado atrás este período debido al cambio de administración, nombramiento de un nuevo Ministro de Educación (septiembre 1998), la reforma educativa en Nicaragua continúa con un nuevo aliento y con un nuevo estilo que le auguran un futuro esperanzador.