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La migración infantil se ha convertido en un tema de mucha relevancia. Siempre que se presenta una situación nueva, cuando se convierte en la noticia de primera página en los periódicos y la noticia principal en los medios de comunicación social, las Tics, así como en la opinión pública, suscita la tardía sospecha de que hay otro tema que se quiere ocultar, o bien del que muy interesadamente no se trata o se ignora. José Luis destaca que la migración es resultado de la desigualdad socioeconómica y debe ser tratada como un problema de Derechos Humanos. Sin embargo, el enfoque que prevalece es el de seguridad, convirtiendo a los migrantes, incluso a los niños y niñas, en una amenaza potencial para la sociedad hacia dónde se dirigen. El autor dice lo siguiente: “Vamos entonces a mostrar en primer lugar cuales fueron los principales hechos de esta crisis de los menores migrantes; luego presentaremos los cambios en las políticas migratorias; y terminaremos mostrando algunas reacciones y respuestas, unas de hostilidad y otras de fraternidad. Es la fraternidad un principio que plantea la necesidad de formar una sola familia humana, una ciudadanía mundial y un mundo sin muros. Esos muros que separan a los pueblos y que Jesús vino a destruir, como nos dice Pablo (Ef 2, 13-14), el mismo que fue acusado de no respetar esos muros, delatado por introducir a un extranjero en un territorio prohibido (Hch 21, 29-39). Eso le costó la vida. Y por eso hasta filósofos ateos como Alain Badiou lo consideran ‘el fundador del universalismo’. Siempre he creído que la conversión de Pablo no ocurrió exactamente en el camino de Damasco, sino ya en Damasco, cuando llegó a verlo uno de esos cristianos a los que él perseguía y que se dirigió a él diciendo: ‘hermano Saulo’ (Hch 9, 17). Ahí recuperó la visión de la fraternidad universal”.