La migración sitúa de frente al rostro de Jesús sufriente que plantea el reto de un acompañamiento de todos los que viven y son afectados por esta realidad. El autor lo expresa en su reflexión de esta manera: “¿Qué nos mueve para trabajar más pastoralmente por la dignidad de los migrantes? No es la política ni la economía, sino el Evangelio, el camino señalado por Jesús, que nos indica ver como hermanos a cuantos sufren por esta causa ‘Tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era migrante y me recibieron’ (Mt 25,35)”.