Description
Si el grano de maíz no muere no da fruto, Rutilio Grande ha sido un grano que se enterró en la historia del pueblo salvadoreños para engendrar frutos de vida en abundancia. Al conmemorar el XXXV aniversario de su martirio sus palabras siguen siendo proféticas y utópicas en un mundo con hambre de Dios y de esperanza para los pobres, así lo expresa el autor de esta reflexión:
“La coyuntura de nuestros países, es hoy de posguerra en muchos lugares y por eso, como en muchas posguerras, de proliferación del contrabando, también del narcotráfico, del secuestro, en una palabra del dinero fácil y violento, de ese capital “delincuencial” aprendido a acumular en los negocios de la guerra, especulando con la ayuda económica y con la extorsión y con la sangre de la gente. La plaga del secuestro hunde sus raíces culturales en la horrenda costumbre militar y policial de hacer desaparecer a la gente que disiente, se moviliza, protesta o se insurrecciona, y a sus familiares y amigos. Al mismo tiempo la globalización de signo neoliberal produce crecimiento económico, especialmente financiero, sin creación de empleo. La “fe en Dios es inevitablemente social” (CG XXXIV, D 2, 12). Frente a esa degradación del trabajo en delincuencia o en desempleo, la fe cristiana, a cuyo servicio estamos, ¿no nos empuja a buscar caminos para la rehabilitación del trabajo humano? Se trata de una ingente operación de transformación cultural. El canto de entrada de la Misa salvadoreña, con su inspiración en la homilía de Rutilio que estamos comentando, imprime fuertemente en la sensibilidad de la gente la necesidad del trabajo para que pueda haber una mesa común: Dios nos manda hacer de este mundo, una mesa donde haya igualdad, trabajando y luchando juntos, compartiendo la propiedad”.