Ser cristiano es seguir a Jesús, cargando con la cruz de la lucha crucial de nuestros tiempos, el anuncio de la buena noticia del reino de Dios, la lucha por la justicia caminando con el pueblo de Dios. La identificación del cristiano con Jesús incluso le puede conducir a vivir la experiencia del martirio. Esta experiencia de discipulado y de ser enviados al mundo, nos exige actualizar esta cercanía eficaz con los pobres; nuestros escritores lo afirman de la siguiente manera: “Ser cristiano en América Latina es vivir constantemente y organizadamente la opción por los pobres: siendo pobre de otro modo, por el Espíritu; o, por el mismo Espíritu, haciéndose pobre con los pobres. En la bienaventuranza de la pobreza evangélica y en la lucha contra la pobreza inhumana. Pobres y no pobres, pero viviendo todos la opción por los pobres, debemos hacer práctica habitual entre nosotros la distinción y la exhortación de Medellín en su documento «Pobreza de la Iglesia»: combatir la pobreza real como un mal, vivir la pobreza espiritual como despojamiento y disponibilidad a la voluntad de Dios, y hacer de la solidaridad la convivencia fraterna y la lucha diarias”.