Description
Con este decreto “la Compañía de Jesús responde a la invitación de Benedicto XVI.” Este decreto tiene una doble explicación. La C.G. 35 debía responder a una carta del Papa actual dirigida al comienzo de la Congregación al P. Peter-Hans Kolvenbach, siendo aún General, para que la transmitiera a la Congregación, y también al discurso del Papa en la audiencia del 21 de febrero de 2008 a todos los congregados. Pero el decreto se enraíza además, y tal vez más hondamente, en una experiencia de consolación vivida por los congregados en la misma audiencia con el Papa.
Esta experiencia de consolación puede haber sido causada por varios contenidos del discurso. Aquel donde Benedicto XVI recoge las frases grandemente elogiosas de Pablo VI a la CG 32; la cita de nombres concretos de esos jesuitas “ilustres” que, en el discurso de Pablo VI de 1974, habían quedado sin nombrar: Francisco Javier, Mateo Ricci en China, Roberto De Nobili en la India, y los jesuitas de las reducciones del Paraguay -todos ellos, menos Javier, objeto de fuertes sospechas eclesiásticas no sólo en su tiempo sino también durante varios siglos después-, A esto se añadió la mención del Cardenal Albert Vanhoye como director de los Ejercicios Espirituales del Papa y de la Curia Romana al comienzo de la Cuaresma de 2008; la recitación en común del “Tomad, Señor, y recibid” al final de su discurso -plegaria con la que también termina el decreto 1-. Pero sobre todo la mención, después de la “pasión” que tuvo que sufrir desde su derrame cerebral y durante la intervención de la Compañía por Juan Pablo II, del P. Arrupe y de sus “intuiciones proféticas”, especialmente del “servicio a los refugiados”; y el trozo del Discurso en que dijo que “os animo a proseguir y renovar vuestra misión entre los pobres y con los pobres”, así como su mención de las “causas estructurales” de las “situaciones de injusticia y pobreza en el mundo actual”, que “es menester comprometerse a comprender y combatir", sin dejar también de “bajar al propio corazón del hombre a luchar en él contra las raíces profundas del mal, contra el pecado que lo separa de Dios, sin olvidar por ello responder a las necesidades más apremiantes en el espíritu de la caridad de Cristo” (párrafo 8 del Discurso, citado en el n 6 de este primer decreto). Toda esta manera de hablar constituyó para muchos jesuitas congregados como un gesto simbólico extraordinario de que la Compañía podía contar con una comprensión profunda del Papa, en un contexto del Vaticano, donde otros personajes eclesiásticos sospechaban de ella.