| dc.description | El Vicerrector académico de la Universidad Rafael Landívar (Guatemala), explícita los nuevos matices con los que la Congregación 35 abordó el asunto incorporando el concepto teológico de la reconciliación con Dios, con los hombres y con el mundo y subrayando que dicha reconciliación es a la vez don de Dios y tarea eclesial que nos lleva a una nueva ubicación en las fronteras del mundo y de la historia.
El autor señala en la parte introductoria de su escrito “Es un gusto saludarles. Se me han solicitado unas cuántas páginas para comentar con ustedes uno de los decretos elaborados por los representantes de mis hermanos jesuitas de todo el mundo reunidos durante los meses de enero y febrero de 2008, con ocasión de lo que se conoce como la Congregación General 35 (CG 35). Me refiero al Decreto No.3 que, a continuación, les adjuntamos. Voy a dividir en dos partes mi comentario. En un primer momento, destaco algunos puntos del documento que les facilite a ustedes no sólo su comprensión sino sobre todo a sentirlo, en esos puntos, como un texto también destinado a ustedes. En un segundo momento, tras la lectura del documento mismo que les solicito realizar de manera atenta y reposada, les presento una sugerencia de reflexión, de contraste y de aplicación de dichos puntos, de modo que las resonancias provocadas en ustedes por dicha lectura, tengan como fruto una especie de guion personal y grupal para el discurrir de sus vidas y proyectos en medio del cotidiano bregar y trajinar.
No es gratuito el encabezado de esta carta que les dirijo. Es una frase de San Pablo que aparece en su segunda epístola a la comunidad cristiana de la ciudad de Corinto. A mi modo de ver -es conveniente que lo tengamos presente en este año que el papa Benedicto XVI declaró como año paulino (julio 2008 - junio 2009)- en ella Pablo sintetiza su experiencia espiritual de lo que ha ocurrido con la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesús: se ha iniciado la reconciliación de Dios con nosotros, la re-conciliación entre nosotros, y de nosotros con la creación entera. Ya se ha iniciado y es deseable y posible que avance y llegue a su plenitud si nos dejamos habitar e impulsar, todos nosotros, por su Espíritu, que es, como Él mismo nos lo dijo, nuestro abogado ´Defensor´, aquél que el Padre ha enviado en su nombre, para enseñarnos todas las cosas, y conducirnos, gracias a la memoria y a la creatividad, a la verdad (Jn 14, 26). Por otro lado, me atrevería a afirmar que fue esa convicción paulina la que estuvo como telón de fondo inspirador en todos los momentos dedicados por mis hermanos reunidos en Roma a repensar y relanzar ese tema tan central para la espiritualidad ignaciana como es el clásico y querido tema de la Misión”. | |
