Description
El acompañamiento de Dios ha sido a lo largo de toda la historia de la salvación toda una odisea. Lo que más impacta es su cercanía constante, fiel amigo y compañero del camino del pueblo de Israel, de personas masculinas y femeninas que se han dejado seducir por Dios. El proyecto salvífico de Dios se concreta en la promesa de todo un pueblo tan numeroso como las estrellas, la liberación de la esclavitud de Egipto y la tierra prometida. Todos estos son elementos constitutivos de la alianza de Dios que acompaña al pueblo de Israel y que siempre acompaña a la humanidad: “De acuerdo a la tradición Yavista, y en base a los estudios especializados, un esquema al que se ajusta la imagen del Dios del Pentateuco es la del cercano, del amistoso, del antropomorfo que se pasea al atardecer con la primera pareja humana (Gn 3,8). Esta tesitura parece recogerse más espiritualizada en las tradiciones deuteronómicas y en algunos profetas que insisten en la dilección de Dios por su pueblo (Deut 6, 5.8). Pero es en el Jesús de Nazaret, en el NT, donde esa cercanía parece llegar hasta el límite de lo aceptable e imaginable, porque los textos pugnan por asegurar que en esa carne de Jesús está Emmanuel (Mt 1.21-23) y que ya por fin, no nos dejará contra toda apariencia de abandono. Así: ‘me acompaña Dios’”.