dc.description | El origen de la expresión Ejercicios Espirituales no se atribuye a San Ignacio. Tanto el nombre como la realidad existían bastante antes que él. Es posible que durante su estancia en la abadía de Montserrat, en Cataluña, Ignacio haya dado con el Compendio breve de Ejercicios Espirituales escrito por Fray García de Cisneros y destinado a los peregrinos del monasterio. La originalidad ignaciana reside, más bien, en la significación más profunda que ha otorgado tanto a la experiencia de ejercicios como a su finalidad espiritual. La expresión nos resulta demasiado familiar, con el alto riesgo de que olvidemos que es bastante problemático unir dos realidades -ejercicios y espiritual - aparentemente incompatibles entre sí. Basta consultar el librito de San Ignacio para constatar que, si bien la dimensión espiritual abre amplios horizontes, invitando a una generalidad ilimitada para alcanzar la contemplación del amor infinito de Dios, las páginas dedicadas a los ejercicios, en cambio, nos encierran en una obsesión por el detalle, en un exceso de precisiones y en minuciosas prescripciones. Ambas dimensiones ejercicios espirituales van parejas y todo el libro aparece organizado entre estos dos polos, que Ignacio llena de sentido.
Dos ejemplos sobradamente conocidos. La Anotación decimoquinta abre bien nuestra búsqueda de Dios a un Creador que se comunica a la persona que le es fiel, abrazándola [o abrasándola] en su amor y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante. En otro estilo bien diferente, en la cuarta Adición de la Segunda Semana, Ignacio nos invita a la contemplación, sin olvidar las posibles posturas: cuándo de rodillas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arriba, cuándo sentado, cuándo en pie; andando siempre a buscar lo que quiero.
Desde el comienzo, Ignacio recalca que, para él, ejercicio es un esfuerzo humano metódico, con una práctica y técnica estructuradas, como pasear, caminar y correr. Estos ejercicios corporales, citados por orden de intensidad, de ningún modo están espiritualizados, como, en cambio, sí lo harán posteriormente ciertos comentaristas: caminar ante su Faz, correr por la vía de los mandamientos o pasearse como el amado del Cantar de los Cantares entre los lirios. | |