Description
El Padre Arrupe, una de las grandes figuras de la Iglesia postconciliar, inspirador de tantas personas en aquel período tan rico en innovaciones como difícil, denso y tenso, fue superior general de los Jesuitas desde el año 1965 hasta 1983. Fue también muy conocido a nivel de la Iglesia universal por su activa participación en todos los grandes encuentros o asambleas de aquel tiempo: en la última sesión del Concilio Vaticano II, a finales de 1965, poco después de su elección en Mayo del mismo año; en los Sínodos del postconcilio, Conferencias del Episcopado Latinoamericano, Simposios de los Obispos africanos, etc. Conocido igualmente por sus intervenciones de todo tipo en torno a las perspectivas de la Iglesia, a la situación religiosa del hombre actual, a la vida de los religiosos y religiosas, a la justicia y el hambre, a la espiritualidad... Él fue quien introdujo en la vida y reflexión de la Iglesia el tema de la «inculturación».
Durante todo aquel período, el P. Arrupe desempeño el cargo de presidente de la Unión de los Superiores Generales, elegido y reelegido hasta cinco veces. Fue consejero muy escuchado de los responsables de muchas congregaciones, tanto masculinas como femeninas. Hombre comprometido más que cualquier otro con el desafío de la «realización» del Concilio, ese Concilio que supuso un acontecimiento de renovación evangélica radical y que no sería fácilmente recibido por las mentes y los corazones, que iba a necesitar de muchas traducciones y tropezar con simplificaciones tanto teológicas como pastorales, por tanto, necesitado de una profundización espiritual... El Padre Arrupe fue un hombre capaz de dar respuesta a ese desafío.
Puesto que tuve la suerte de estar junto al P. Arrupe durante casi catorce años como Asistente general de la Compañía de Jesús, me gustaría esbozar en este artículo un diagnóstico de aquel hombre y de la Iglesia, de sus principales propuestas de evangelización en un momento tan turbulento, no tanto con el ánimo de exaltar al personaje cuanto con la intención de que podamos evaluar hasta qué punto sigue siendo válido hoy aquel programa, hasta qué punto es todavía actual, de manera que podamos releerlo con fruto.