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dc.creatorCacho, Ignacio
dc.date2001-09
dc.date.accessioned2023-03-22T18:06:59Z
dc.date.available2023-03-22T18:06:59Z
dc.identifierhttp://repositorio.uca.edu.ni/4225/1/Pedro%20Arrupe%20un%20general%20para%20el%20cambio.pdf
dc.identifierCacho, Ignacio (2001) Pedro Arrupe, un general para el cambio. Diakonia (99). pp. 46-66.
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/20.500.12032/78641
dc.descriptionHace 10 años, el 5 de febrero de 1991, moría Pedro Arrupe, vigésimo octavo General de la Compañía de Jesús. La noticia apenas sorprendió. Llevaba 10 años paralizado por una trombosis cerebral en la enfermería de la Curia de Roma. No se movía, ni hablaba, ni miraba. Un jesuita que lo atendía, comentaba: "Parece un crucificado". Ese martes 5 de febrero, a las 7:45 de la tarde, el hombre que había contemplado el mundo entero, sólo contemplaba a Dios. En sus últimos EE de 1981, había escrito: "¿Qué será el cielo? Imposible imaginarlo. Ni ojo vio, ni oído oyó. Yo espero que sea el último Amén de mi vida y el primer Aleluya de mi eternidad". El Amén de su vida fue total, ya que Arrupe fue ante todo un hombre total. Uno de esos hombres que la historia produce una vez cada siglo. Alguien lo ha comparado a Iñigo de Loyola. Rostro semejante. Espíritu semejante. Hombres que no renuncian a ser hombres para ser santos. Cuando Iñigo cayó herido en Pamplona el 20 de mayo de 1521, cayó pero no se hundió. Con la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia entre las manos, se levantó por encima de sí mismo, y pronunció ese sí, que ha renovado la espiritualidad de la Iglesia: "Francisco de Asís hizo esto. Pues yo lo tengo que hacer". Iñigo fue un hombre que puso toda el alma en su acción. Cuando Arrupe, el 6 de agosto de 1945, vio que Hiroshima se hundía bajo una nube gigante de plutonio, creyó que el mundo se hundía. Pero Arrupe no se hundió. Se levantó sobre la densa niebla, y habló así con Dios: "Y tu Señor, conociéndolo todo, contemplándolo todo, llamando a transformarlo todo". La decisión estaba tomada. Convirtió en Hospital su Noviciado de Hiroshima. Los novicios serían sus enfermeros. El sería el médico. Estrenaría el título de doctor en Medicina, sacado en Madrid en julio de 1927. Llegaron cientos de heridos. Parecían momias. Estaban abrasados. Sólo uno murió. Los demás sobrevivieron. Arrupe también ponía toda su alma en su acción. Sabía que para curar el alma, era preciso curar el cuerpo. Lo había aprendido en el Noviciado de Loyola. Amar es servir. Servir es amar. "En todo amar y servir" (EE 233). Y servir siempre magis y siempre melius.
dc.formattext
dc.languagees
dc.publisherCentro Ignaciano de Centroamérica
dc.relationhttp://repositorio.uca.edu.ni/4225/
dc.rightscc_by_nc_nd
dc.subject248 Experiencia, práctica, vida cristianas
dc.titlePedro Arrupe, un general para el cambio
dc.typeArticle
dc.typePeerReviewed


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