Description
El autor es Cardenal-Arzobispo de Milán. Este artículo es el texto de su discurso en la recepción del premio «Príncipe de Asturias» de Ciencias Sociales (27 de octubre de 2000):
Estoy profundamente agradecido por la concesión de este premio, que me honra y me estimula en el servicio a la Iglesia y a la sociedad actual.
Sé que se ha tenido en cuenta para esta concesión el compromiso de abrir caminos de diálogo entre creyentes y no creyentes, y entre grupos sociales con dificultades de entendimiento mutuo.
Querría decir que la raíz de este servicio que he intentado llevar a cabo (con la ayuda también de tantos otros, maestros míos, colegas y colaboradores, para los que envío toda mi gratitud) está en los libros de la Biblia, que he tenido la gracia de poder estudiar científicamente durante tantos años, dedicándome en particular a la crítica textual y a la hermenéutica. He podido, de esta forma, experimentar en mí mismo y en muchos otros cómo la Biblia es el libro fundamental de nuestra historia y el libro del futuro de Europa.
De la atención y la continua lectura de las Sagradas Escrituras hebreas y cristianas nacen senderos de profundización espiritual que llevan a las raíces de los grandes problemas humanos y permiten tomar una base común de diálogo con todas las personas de buena voluntad, incluso de otras religiones o no creyentes. Meditando durante mucho tiempo sobre las Sagradas Escrituras, me daba cuenta de que lo que se producía en mí, en la mente y en el corazón (el «corazón que arde» del que hablan los dos discípulos de Emaús en Lc 24, 32) se podía encontrar también en la experiencia profunda de otros, particularmente de los jóvenes. Puedo, pues, decir que son el estudio de la Biblia y la meditación sobre la Biblia los que me han llevado a la práctica del diálogo.
Hoy un espíritu dialogante es más necesario que nunca. Pero para eso es necesario, antes de nada, haber profundizado bien la propia identidad. La Biblia, y en particular los evangelios y las cartas de Pablo, son como el espejo que nos revela a nosotros ante nosotros mismos, nos hace entender quiénes somos y qué estamos destinados a ser.