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Conocemos y sentimos muy bien la globalización neoliberal que está ahí, dominando el mundo, como sistema supuestamente triunfante: de pensamiento único, de interés único, de poder único. Cumpliendo el irónico consejo de Keynes: "Por lo menos, durante unos cien años debemos fingir entre nosotros y delante de todos los demás que lo justo es malo y que lo malo es justo... La avaricia, la usura y la previsión han de ser nuestros dioses por un poco más de tiempo..."
Nunca el mundo fue tan desigual y pobre. Nunca hubo tanta humanidad privada de ser humana. Hemos pasado de los pobres a los empobrecidos, a los excluidos, a los sobrantes. Cuando en el mundo cabríamos muy bien todos, como recordaba Gandhi, siempre que algunos no se dedicaran prepotentemente a la usura y al despilfarro. Que haya un billón y tanto de personas con menos de un dólar por día es más que una iniquidad, siendo que bastaría cerca del 1% de la renta mundial para erradicar la mundial pobreza. Para el tema que nos interesa es bueno recordar también cómo la vivencia de ese sistema de egoísmo total -que coincide además con la posmodernidad narcisista- significa una crisis estructural de la solidaridad. Dom Demetrio Valentini, gran animador de la Pastoral Social en Brasil, apuntaba: "Tal vez la crisis de la solidaridad tenga que ver hoy con la privatización de nuestros valores y sentimientos". (¡No se privatizan sólo las empresas y los servicios sociales!). "Hay, en esta posmodernidad, una tendencia a la vuelta al propio ombligo. Las personas están desencantadas frente a la política y los políticos". La TV Record -una de las mayores cadenas de Brasil- hizo recientemente una encuesta entre sus telespectadores preguntando por las tres cosas que más avergüenzan al país: los políticos salieron en primer lugar, antes que el desempleo y la violencia. "Movidas, las personas, por la publicidad, prefieren ser consumidoras a ser ciudadanas. Así se resquebrajan los mecanismos de la solidaridad, se desarticula la sociedad civil, se refuerzan las desigualdades sociales y la dominación de las élites". Recordemos que en América Latina (en todo el tercer mundo) las élites u oligarquías han sido siempre -y son- el brazo derecho de los sucesivos imperios, hoy del macroimperio neoliberal.