La experiencia actual del ministerio del Acompañamiento Espiritual (en adelante AE) en la iglesia refleja mucha búsqueda y una variedad de situaciones donde se practica el AE o mejor donde se empieza a darse. Se habla mucho hoy del AE. Se escribe bastante. «Spiritual Directors International» —una publicación ecuménica que empezó hace muy pocos años editada en Estados Unidos— era impensable hace treinta años. Lo mismo se puede decir de una de las conclusiones del Sínodo de la Iglesia de Santiago de Chile (1997), en el capítulo sobre la Espiritualidad y la vida cristiana donde dice, «La promoción de la espiritualidad supone igualmente formar acompañantes espirituales, es decir, personas que estén en condiciones de poder ayudar a otras a seguir un camino de crecimiento espiritual. Por esto, reconócese oficialmente en nuestra arquidiócesis un servicio pastoral denominado "Acompañante de la vida espiritual", pues es una tarea muy importante en la actual etapa de nuestra iglesia. Para desempeñar este servicio, debe promoverse una formación adecuada tanto de los seminaristas como de los candidatos al diaconado permanente, de las religiosas y religiosos, de los monjes y monjas contemplativas y de aquellos agentes pastorales laicos y laicas que posean condiciones para esta labor. Estúdiese la creación y póngase en funciones cuanto antes, por parte de los respectivos organismos de formación en la arquidiócesis, de cursos para la debida preparación de estos acompañantes espirituales» (n. 98).
La espiritualidad y el acompañamiento espiritual viven hoy un momento de entusiasmo. El AE, según todos los indicios, habrá de ganar en importancia en el futuro próximo. A todos los niveles pastorales, hasta en parroquias y en las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) —y no sólo como una prerrogativa de movimientos apostólicos que abarcan básicamente la clase media— se empieza a sentir en estos últimos años la necesidad apremiante del AE. Este acompañamiento espiritual se hace necesario a nivel personal, comunitario y ambiental. Lamentablemente muchos sacerdotes seculares (en los seminarios) y no pocos religiosos y religiosas no están bien preparados para ello.