dc.description | En nuestra sociedad, muchos se sienten molestos ante las nuevas comunidades cristianas. Su entusiasmo, sus celebraciones y sus modos de vida radicales hacen nacer una cierta inquietud en el corazón de aquéllos que malfían de todo lo que se sale de lo ordinario. Seamos como Gameliel y no juzguemos ni condenemos tan rápidamente.
Vivimos en una sociedad con muchas personas marginadas y algunas totalmente desestructuradas. Ellas figuran entre los más pobres del mundo y la Buena Nueva de Jesús se dirige a ellos de un modo muy especial. Sin embargo, también necesitan comunidades sólidas, estructuradas y bien disciplinadas para vivir esta Buena Nueva.
Con este horizonte y a la luz de mi experiencia, he aprendido a ser prudente en el uso de palabras como «sectas» o «comunidades sectarias».
La apertura tiene que ver con el amor, con la acogida y la comprensión del otro. Ella se funda sobre la certeza que pertenecemos a una humanidad común. Cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte, cualesquiera que sean sus dificultades o limitaciones, es una persona única, importante, sagrada y amada por Dios. Más allá de nuestra educación, —nuestra cultura— de nuestra salud, de nuestra religión, todos somos básicamente semejantes.
Todos tenemos corazón y un cuerpo vulnerable. Todos tenemos necesidad de amar y de ser amados. Todos tenemos miedo ante el sufrimiento, en especial el sufrimiento interior que proviene del rechazo, de sentimientos de culpabilidad y de la impresión de ser inútil para los demás; entonces nos protegemos detrás de barreras. Todos aspiramos a una realización total y, sin embargo, todos estamos más o menos decepcionados de los demás, de nosotros mismos y de la vida.
Con todo, nos podemos ayudar y amar los unos a los otros. Podamos ser solidarios los unos de los otros. La llave de nuestro crecimiento en el plano humano reside en la relación y en la apertura mutua. El aislamiento y la dependencia son signos de inmadurez. La Santísima Trinidad —tres personas unidas en la luz y el amor— es el signo de la llamada a ser totalmente uno mismo a través de la relación, la apertura y la reciprocidad. | |