dc.description | Mirado en forma negativa la división visible de los cristianos seguirá siendo una dura contradicción al designio del Señor y un obstáculo insalvable a la auténtica evangelización. En forma positiva sin embargo, la podemos asumir como uno de los más grandes desafíos a una institución dos veces milenaria, constituida por hombres pecadores, pero a la vez protegida por una promesa divina de salvación y mientras peregrine en la tierra, asistida por la gracia del Espíritu Santo...
La división actual exige tomar conciencia de ella: se dan divergencias en la interpretación con respecto a Cristo, al papel de Padre, a las relaciones entre las divinas Personas... y esto ya en vida de los apóstoles; la diferencia de actitudes con respeto a la comunión entre las comunidades, primado, a la forma de ejercer la autoridad. No podemos pasar por alto la diferencia de formulación doctrinal, de estructura administrativa, de culto, de psicología...
Y sin embargo, en los albores del tercer milenio de anuncio cristiano El Señor de los siglos, que sabia y pacientemente continúa el propósito de su gracia sobre nosotros pecadores, ha empezado recientemente a infundir con mayor abundancia en los cristianos desunidos entre sí el arrepentimiento y el deseo de la unión (UR 1). Y esta obra ha sido tomada con renovado ímpetu y vigor por un hombre providencial como es Juan Pablo II al punto de hablar de un proceso irreversible.
Quiera Dios que este signo de los tiempos, tan ardientemente abrazados por la cabeza visible de la iglesia como elemento constitutivo de la Nueva Evangelización, encuentre eco en todos los miembros de la Iglesia y buena voluntad en las comuniones eclesiales que junto a nosotros buscan realizar el ideal de la unidad para que el mundo se convierta y crea. | |