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Hermanas, hermanos, este año la carta sale larga y cargada. Como corresponde a una especie de manifiesto de Jubileo bimilenar. Entre sueños y gritos. Porque el júbilo del Jubileo no puede ser cínico ante la dura realidad y ha de ser "más que un Jubileo light", para ser cristiano.
Algunos creen que ya es hora de cambiar nuestros paradigmas. Y hasta les parece que los mártires estorban en esta memoria posmoderna o posmilitante. Al aire de la decepción, amigos y enemigos vienen lanzando tres preguntas provocadoras: ¿qué queda del socialismo?, ¿qué queda de la teología de la liberación?, ¿qué queda de la opción por los pobres? Espero que no acabemos preguntándonos qué queda del Evangelio...
Muchos congresos, manifiestos y revistas se vienen preguntando tanto por el futuro de la izquierda como por la misión de la Iglesia hoy. En todo caso, al Evangelio y a la izquierda posiblemente les toque estar siempre en la oposición.
Entre tanto, el neoliberalismo, el mercado total, "la geopolítica del caos" (Ignacio Ramonet), "el horror económico" (Vivianne Forrester), están ahí, agarrotando el mundo. Los heroicos zapatistas han convocado a un "Encuentro Universal por la Humanidad y contra el Neoliberalismo". Y el Papa mismo ha tenido el coraje de definir a la Iglesia, en esta hora, como "la conciencia de los nuevos pobres del neoliberalismo", precisamente.
La coyuntura continúa siendo tensa, injusta, demasiado digna de este "siglo cruel"; un oscuro final del milenio de los descubrimientos y las luces y la técnica. Ocasión histórica de examen de conciencia y de cambio radical.