dc.description | A partir del 1° de enero de 1994, apareció otro actor social en la escena nacional: los indígenas. Aunque nos llamaron la atención al principio por las armas, después de años, más bien siglos, de ser ignorados, no han sido las armas lo que los ha mantenido en el primer plano político y social de México sino sus palabras. A través de ellas, inspiradoras, cuestionadoras, profundas, a veces de humor, a veces cortantes como navaja, siempre frescas, han logrado convocar un movimiento generalizado en el país. Por primera vez en más de cien años, se han constituido en verdaderos sujetos de un diálogo.
Las dificultades mayores del diálogo han venido de parte de los 'de razón", como se designa a los blancos en algunas etnias indígenas. Quienes han podido seguir de cerca las peripecias de los diálogos de San Andrés Sakam’chen se han podido percatar de las dificultades nacidas del desconocimiento e incomprensión que tenemos de su manera de entender el mundo, la realidad, los hombres, el hambre, Dios.
Los indígenas de Chiapas han hablado varias veces de sí mismos como los hombres y mujeres verdaderos. Esta manera de comprenderse es compartida por la mayoría de las etnias. Y no por soberbia. Hay en la cultura indígena la clara conciencia de una vocación a construir convivencia y paz sobre la verdad, para lo que es menester superar el engaño, encontrarse con el otro, persona o grupo, en una gran transparencia. Esto resulta novedoso para una cultura que, como la nuestra, ve la política como algo muy ligado a la oscuridad, al engaño, a la falta de autenticidad en la palabra dada. La cultura indígena nos ofrece un aporte que puede ser decisivo para el futuro no sólo de nuestro país sino de la humanidad entera. | |