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Vamos a intentar esbozar, mirando al futuro, los caminos por donde puede marchar la «recuperación de la ética sexual», sobre todo pensando en la educación cristiana de los adolescentes y jóvenes. Tarea compleja, no muy popular y difícil de concretar en proyectos educativos; a pesar de estas dificultades, estamos ante una de las tareas primordiales en que deben implicarse padres y educadores, porque estamos hablando de la dimensión básica del ser humano, el amor en sus distintas dimensiones, pero teniendo la misma raíz y el mismo horizonte. La sexualidad bien vivida tiene algo o mucho que ver con la «civilización del amor», que dijo Pablo VI; ¿es posible la madurez personal sin una sexualidad integrada?; ¿es factible la solidaridad auténtica sin una vida afectiva sana o una sexualidad no integrada y vivida sin amor? Creemos, efectivamente, que no, y reclamamos la no parcialización del ser humano, ya que las facetas de la persona no pueden ir bien si falla el principio unificador y dador de sentido, que para el creyente es la fe. «Parece que sólo la religión, por el hecho de que engloba a la totalidad del ser humano y de su destino, puede responder a semejantes expectativas y resolver análogos problemas. Y, si se tienen en cuenta las debilidades y las finitudes inherentes a la naturaleza humana, solamente una religión institucionalizada puede llegar a ello, tanto bien como mal (porque ella tiene también dimensiones humanas y, en consecuencia, debilidades). De hecho, lo más frecuente es que haya sido la no-presencia o la presencia insuficiente de la Iglesia, mucho más que la pesadez de sus instituciones o de sus comportamientos, lo que ha permitido los devaneos históricos que se han presentado». Este análisis perspicaz de León Moulin —el cual, por su parte, se considera como un agnóstico en búsqueda—, por su naturaleza, hace reflexionar a los cristianos y a sus obispos».
Muchos niños crecen «en el vacío», pues sus padres y educadores les dejan en «moratoria» esperando a que crezcan y opten; y cuando crecen, muchas veces no pueden optar, porque el sin sentido en que han vivido, la falta de referencias, las costumbres contraídas y la presión ambiental les impiden cualquier cosa que no sea seguir en el camino en que están, como bola de nieve que al caer se engorda a sí misma hasta que se estrella contra algo que la rompe en mil pedazos.
El ideal evangélico constituye una alternativa al modelo de sociedad en que estamos inmersos; los valores de la sociedad de consumo hacen al hombre profundamente narcisista y superficial, consumista individual de todo aquello que se pueda adquirir con dinero o con éxito fácil. La ideología burguesa ha reemplazado el ser y el amor por el tener y la posesión; todo es provisional y centrado en sensaciones fugaces e intensas.