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Sección I. De lo que toca a los ya admitidos e incorporados en la Compañía en cuanto a sí mismo.
En cuanto abramos el texto nos daremos cuenta de que esta parte trata de los que tiene que ver con los votos religiosos. Son ciento un números, de los que cinco tienen que ver con el voto de castidad, ocho con el de obediencia, y sesenta y seis números con el de pobreza. Ya esta proporción o desproporción nos llama, obviamente la atención. Los veinte y tres números restantes, hasta llegar a los ciento uno, tienen que ver con "otras cosas sobre nuestro modo de vida".
La sección I explica la naturaleza apostólica de nuestros votos en general. ¿Qué me dice a mí, jesuita de a pie, o como lo diría Rubén Darío: "bajo, municipal y espeso ", este título? Me dice, en primer lugar, que nuestros votos no son fin, sino medio de trabajo. Porque el fin prioritario de nuestra vida religiosa no es la santidad personal, sino que juntándonos podemos hacer más por los demás que por separado. Es haciendo más por los demás que los jesuitas buscamos el camino de nuestra santificación. Me dice, finalmente, que nuestros votos son una forma de asegurar la disponibilidad de cada jesuita.
El primer número de la sección I se mete como a definir qué sentido tiene nuestra consagración a Dios. Se trata de tres cosas: a) un seguimiento de Cristo pobre, virgen y obediente, b) Un repudio profético de los ídolos que el mundo está siempre dispuesto a adorar, c) Ser señal del Reino de Dios, cuya plenitud está por venir.
Explico a mi manera (ya he señalado que de Jesuita de a pie). Cuando hablamos de "seguimiento" es porque se trata de continuar la misión de Jesucristo, es porque se trata de mantener un nomadismo en las actitudes, una actitud de desinstalación continua, al estilo de los profetas bíblicos. Es porque, como todo cristiano, debemos ir, por todo el mundo, anunciando la Buena Nueva del Reino.