Description
En Caná de Galilea, se cumple para Jesús el paso de la vida escondida a la vida apostólica. Es María que, en cierta manera, con su insistencia anima a Jesús. En el Calvario, María recibe al discípulo como hijo suyo y la Iglesia comienza a tomar forma.
Así, en los momentos importantes de la vida de Cristo, en el nacimiento de la Iglesia, una mujer -la mujer- está presente; del mismo modo, a lo largo de toda la historia de la Iglesia, las mujeres han estado presentes. Podemos citar algunas:
Inés Blandina, mártires de los primeros siglos. Marciana del siglo V, abadesa, diaconisa que tenía jurisdicción sobre varios monasterios masculinos y femeninos. En el siglo VII, Hilda convocó un concilio en Gran Bretaña. Hildegarda de Bingen, cuyas obras se están descubriendo ahora, por su fe mística fue escritora y consejera de Papas y príncipes. Catalina de Sena en el siglo XIV tuvo un rol importante junto a Gregorio XI y Urbano VI. Elisabeth de Turingia empleó todo lo que poseía para abrir casas de reposo, hospitales, establecimientos y asilos para la sociedad de su tiempo.
A pesar de que hubo estas mujeres excepcionales, parece más bien que su rol fue a título personal y que las mujeres en su gran mayoría quedaron en la sombra. Hoy se trata de un movimiento más global, en el que se pueden distinguir varias etapas.
En la década del 70, algunas mujeres al verse y sentirse oprimidas, hicieron surgir el movimiento de reivindicación feminista, rechazado por muchas de nosotras porque tendía a sobrevolar a la mujer, queriéndola igual o superior al varón.
La promoción y el crecimiento de la mujer no consiste en hacer lo que hace el varón, ni tampoco en querer actuar siempre en forma separada, haciendo de modo aislado y unilateral lo que le corresponde para ser ella misma.
Una segunda etapa llevó a descubrir el lugar de la mujer en el plan de Dios, (cf. Mulieris dignitatem), tratando de ver el mundo desde la perspectiva de la mujer y pensar que ella debe tener su lugar junto al varón; que debe estar allí: como María en Caná, como María al pie de la cruz, como María en el Cenáculo. Porque con la presencia de la mujer algo cambia, como lo acentuaron el Papa Juan Pablo II y numerosos participantes del Sínodo.
A menudo, la mujer tiene de sí misma la imagen que le hace el varón, y por ende, es una imagen impuesta desde afuera y que refleja poco las cualidades que, sin ser exclusivamente femeninas, la definen mejor. Su sensibilidad frente a la creación, su sentido innato de la vida, su capacidad de escucha, de respeto a la persona, de diálogo le permiten entablar relaciones humanas auténticas en la verdad, en la justicia, en el amor; a ser educadora para la paz y volverse instrumento de comunicación.