Los desafíos e incertidumbre de nuestra época identifican la cotidianidad y simultaneidad de dos grandes tendencias. El resurgimiento de lo particular, los nacionalismo y la reafirmación de tradiciones y creencias que rechazan cualquier posibilidad de cooperación social y la integración normativa de las fuerzas económicas, tecnológicas y ecológicas que aseguren el orden y la seguridad necesaria a los mercados globales y universales. Ambas tendencias parecen minimizar la fuerza del pluralismo y de la libertad de opciones, sin embargo sus impulsos nos hacen vislumbrar la definición de la sociedad en su conjunto y de la concepción de la persona como actor y beneficiario de la misma.
América Latina y el Caribe participa de las tendencias globales y de la incertidumbre que caracteriza nuestros tiempos, sin embargo su realidad genera condiciones y significados específicos. El desarrollo social ya no se mide por el número de cosas que se construyen, sino por la capacidad de que las cosas estén al servicio de la gente y los ámbitos de libertad para transformarlas en bienestar.
El debate y la discusión de las perspectivas de la institución familiar, como hilo cohesionador del presente hacia el futuro, exigen entender las rupturas sociales y culturales como proceso de cambio generadores de nuevos equilibrios tanto en lo global como en lo específico. En ese péndulo entre lo universal y lo singular la irrupción y participación de la mujer obliga no sólo a redefinir las relaciones sociales sino que tal vez nos lleve a replantear las raíces de la dignidad de la existencia humana en todas sus manifestaciones.