dc.description | Margaret Mascall es dominica y anglicana. Es miembro de la orden seglar dominicana de la comunidad del Albertinum (Nimega). Ella se sentía llamada al sacerdocio. La iglesia anglicana le ofrecía la oportunidad de seguir la llamada de su vocación. El 8 de mayo de 1994 era ordenada sacerdotisa de la iglesia anglicana en la catedral de Canterbury. Los dominicos y dominicas de su comunidad de Holanda la acompañaron en esta ocasión. Edward Schillebeekx, miembro de esta comunidad, pronunciaría la homilía en su primera misa el 9 de mayo de 1994 en St. Stephane’s Church en Hackington (Canterbury).
El corazón no nos ardía ayer en la catedral de Canterbury -como antiguamente de camino de Jerusalén a Emaús- cuando nosotros, católicos-romanos y amigos dominicos de la sacerdotisa recién ordenada, Margaret Mascall, no podíamos Imponer las manos ni con el poder que Jesús nos dio en el cielo y en la tierra con los compañeros anglicanos, decir a las mujeres: “Id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 18- 20). En principio y en libertad evangélica podíamos haberlo hecho porque sabemos que en primer lugar somos cristianos y sólo después católicos-romanos, una denominación que de hecho presupone la división en la “comunidad de Dios” de Jesús. Pero desde la misma inspiración cristiana sabemos que circunstancias intraeclesiales, históricamente condicionadas, pueden exigir provisionalmente de nuestra condición de católicos sabiduría ecuménica, e incluso estando en profunda solidaridad, nos frenan y nos contienen de cara a un mayor bien en el futuro. Por eso, sólo podíamos sentir el ardor del corazón y a nuestro pesar no pudimos consumar públicamente la sorpresa —la sorpresa del reconocimiento al partir el pan, como los discípulos de Emaús, en liturgia de alabanza y agradecimiento a Dios-.
Pocas veces ha habido en ambientes eclesiales tanta alegría liberadora, que al mismo tiempo para quienes pedían celebrar la alegría de esta ruptura evangélica, se mezclaba con dolor a causa de la Incomprensión momentánea de esta ordenación, tanto por parte de algunos anglicanos como por parte de cristianos de otras confesiones. Lo que ha ocurrido en estos meses en la iglesia anglicana es un “kairós” para algunos cristianos, es decir, una oportunidad para la gracia que es acogida en la fe con valentía y confianza; y para otros cristianos es un escándalo: un impedimento penoso e incluso una razón para el abandono. ¿Está Cristo dividido? | |