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Jesús vino a revelarnos la Alianza que el Padre quería hacer con su pueblo, que era una Alianza de Amor y de Paz. Pero la estructura social era una estructura patriarcal. En ella, las relaciones hombre y mujer, padres e hijos, esclavos y jefes... eran de dominio y de poder, sobre todo en el núcleo de la familia. El mensaje que Jesús quería dar de su Padre no encajaba en esa estructura familiar; por eso Jesús denuncia esta estructura. “No llamen a nadie Padre, ni Maestro, ni Jefe...” (Mt 23, 8-12). “Los jefes les hacen sentir su poder como si fueran dueños; no será así entre ustedes” (Mc 10, 42-44). Es importante recoger estas palabras en el contexto en que fueron dichas; entenderíamos hasta qué punto Jesús fue radical con las estructuras desiguales y opresoras.
Jesús defiende a la mujer del legalismo judío en varias ocasiones: la adúltera, el divorcio, la samaritana. Y lo hace cuestionando seriamente las estructuras, y dignificando a la mujer, a tal punto, que los mismos apóstoles se escandalizan y dicen: “Si esa es la condición del hombre para la mujer, mejor es no casarse...” (Mt 19,10). Esta es la fuerza del Espíritu que nos impulsa a las mujeres a denunciar toda estructura desigual, cualquiera que sea el lugar y las condiciones en que nos encontremos.
Hay que seguir denunciando las estructuras de poder y dominio.
Ya el Papa Juan Pablo II, en su mensaje de la Jornada Mundial por la Paz nos dice: “Lamentablemente una larga historia de pecado ha perturbado el designio original de Dios sobre la pareja y el ser mujer y el ser hombre, impidiendo su plena realización. Es preciso volver a este designio, anunciándolo con fuerza, para que sobre todo las mujeres, que han sufrido más por esta realización frustrante, puedan finalmente mostrar en plenitud su feminidad y su identidad" (número 4).
Ya es un signo de los tiempos el “nuevo paradigma” que las mujeres y los hombres en todo el mundo están formulando desde una nueva teología humano céntrica, una nueva hermenéutica bíblica, una antropología liberadora, un nuevo derecho que contempla a hombres y mujeres por igual, un nuevo código de familia, una nueva educación con perspectiva de género, un lenguaje que mencione y visibilice a la mujer...
Las mujeres ya estamos educando para la paz desde este nuevo paradigma, impulsadas por nuestra Iglesia, y desde donde estamos colocadas como casadas, religiosas, solteras, teólogas, bio-sexólogas, antropólogas, maestras, amas de casa, biblistas... También hay muchos hombres, religiosos, sacerdotes, y hasta el mismo Papa, que nos impulsan y acompañan en la construcción de un nuevo orden mundial donde reine el Amor que da frutos de Justicia y de Paz.
No voy a desarrollar aquí qué es género y qué es construcción de género. Sólo voy a referirme a cómo deberíamos educar las mujeres para la paz en perspectiva de género, ya que dadas las estructuras en que nos movemos, somos más en número y en presencia en las distintas organizaciones y actividades pastorales; es decir: el peso mayor de la familia y del trabajo de la educación lo llevamos nosotras las mujeres. Pero ese peso lo debemos llevar los dos, hombre y mujer; si no, será inútil cualquier intento de cambio a favor de la paz, sobre todo en la estructura familiar.