dc.description | En los medios católicos y en la gran prensa, se ha publicado y publicitado bastante sobre las bondades del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, editado en varias lenguas con la autoridad de Juan Pablo II y con gran éxito de librería. Me parece útil -incluso sano y necesario- hacer oír también, con todo respeto, voces críticas. Cuánto más si estas voces pueden reflejar el sentir de una parte importante del pueblo fiel y de pastores, los que, por amor a Jesucristo y a la humanidad sufriente, debemos lealtad sincera al Sucesor de Pedro y a todos nuestros hermanos en la fe católica y apostólica.
Juan Pablo II encabeza el Catecismo con estas palabras: “Conservar el depósito de la fe es la misión que el Señor confió a su Iglesia". Diecisiete años antes, y diez después de la clausura del Concilio Vaticano II, Pablo VI ponía en el centro de su exhortación sobre el anuncio del Evangelio esta afirmación "Evangelización constituye la dicha y vocación propia de la iglesia, su identidad más profunda” (EN, 14).
Sin duda, estas dos afirmaciones no se oponen. Por el contrario, se exigen y complementan mutuamente. Si se entiende -como es debido- la fe como viva y contagiosa, y evangelizar como un anuncio fiel al testimonio y el mensaje de Jesucristo pero las dos afirmaciones no son equivalentes, no dicen ni sugieren lo mismo, no están en el mismo nivel. Y la de Juan Pablo II como primera palabra del Catecismo de la Iglesia Católica, corre el peligro de confirmar una tendencia notoria en todo ese nuevo Catecismo y en la importancia que se le ha dado. Como es notoria en tantas otras insistencias doctrinales, y sobre todo en tantas prácticas y políticas del Papa actual y del sector de la jerarquía católica que parece gozar -en exclusiva- de su confianza.
Es el peligro de retroceder hacia una comprensión y una práctica de la fe cristiana, como una religión de verdades dogmáticas, más que de encuentro y testimonio del Señor Jesús, como una religión de la ley y del temor, más que del Espíritu y de! amor, como una religión del culto, más que de misericordia. | |