En muchos países de América Latina y de otras partes del tercer mundo se experimenta la necesidad de nuevas formas de solidaridad, desde el apoyo moral hasta la ayuda con la información: consiguiéndola y divulgándola. En muchos de nuestros países las tarifas telefónicas hacia el extranjero son sumamente altas: sólo los ricos tienen derecho a comunicarse hacia el exterior. Y no hablemos de los correos, que no son ni rápidos ni confiables.
Pero ahora existe una alternativa, una posibilidad de que la alta tecnología funcione en favor de las organizaciones comprometidas con la justicia y la paz. Existe una red de satélites y computadoras por todo lo ancho del mundo que emite comunicaciones rápidas, extensas y, sobre todo, muy baratas. Esa red se llama «Internet», y consiste en una serie de grandes computadoras conectadas entre sí a través de antenas parabólicas y satélites. Gracias a un uso muy eficiente de los canales de los satélites, se puede pasar información muy rápidamente y en cantidades muy grandes, lo cual implica bajos costos para cada mensaje. A través de Internet, por ejemplo, un usuario puede enviar correo electrónico a otro usuario de cualquier otra parte del mundo, y el mensaje llega normalmente en una media hora, por un costo de 0.05 US$ aproximadamente.
Una vez conectado a la red, el usuario puede inscribirse en «conferencias» (grupos de personas interesadas en el mismo tema) y por ese medio recibir noticias, dar otras nuevas, comentarlas críticamente, contribuyendo así a la opinión pública. Ya no tenemos que ser consumidores pasivos de noticias, hechas desde el punto de vista de los poderosos; ¡ahora puede uno participar e intervenir!