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La sesuda revista The Economist publicó en 1990, ocho meses después de la caída del muro de Berlín, lo que denominó un «nuevo y preciso mapa del mundo». En dicho mapa se divide el planeta en las siguientes regiones: Euroamérica (toda América y lo que se conoce como Europa occidental): Eurasia (Rusia y parte de Asia); Islamistán (norte de Africa, Península Arábiga, Irán, Afganistán, Pakistán...); Confuciana (buena parte de China), e Hinduland (India). El Africa subsahariana no aparece para nada. Como si no existiese o no contase en absoluto en el concierto de las naciones.
Aparte de tener la apariencia de una broma de mal gusto, hay que reconocer que esta ingeniosidad británica ha sabido captar con flemática brutalidad lo que no pocos piensan. Para muchos África no existe o -«en caso de existir»- representa un lugar tenebroso en el que abundan el hambre, la guerra y el atraso endémico. Una reserva de "primitivismo” y de ocasiones para practicar la caridad... Casi en los tiempos en que los romanos colocaban sobre los mapas de África el cartel de «Hic sunt leones», con la diferencia de que ahora hasta los leones son pocos...
Que África atraviesa un período de aguda crisis económica, política y social es innegable. De los 30 países más pobres del planeta, 25 son africanos; la renta per cápita del mejor situado de este «furgón de cola» mundial (Burkina Faso) es de 330 dólares, algo insultante si se lo compara con los 32.000 dólares de que dispone un suizo en término medio. El continente negro es, además, escenario de múltiples conflictos bélicos declarados o larvados, así como el dominio de persistentes regímenes dictatoriales.
Y, sin embargo, si algo caracteriza a los 700 millones de personas que pueblan este continente de treinta millones y medio de kilómetros cuadrados, es su extraordinario amor a la vida y su capacidad de gozar de ella. Existe en África una «fuerza vital» que, cual poderosa savia, recorre las ramas de sus más de dos mil culturas y que persiste en los tiempos modernos, a pesar de las enormes dificultades internas y externas.
África, que es la cuna de la humanidad, ha acogido en su seno la civilización egipcia (con confirmada influencia subsahariana); las culturas de Nok (siglo V a. C.), Ifé (s. XII-XIV) y Benín (s. XVI-XVII) en la actual Nigeria; los reinos cristianos de Nubia y Etiopía; las murallas del gran Zimbabue (s. VII-IX); los imperios medievales de Malí, Ghana, Songai, etc. Modernamente, la influencia africana se ha dejado notar en los grandes pintores del cubismo, como Picasso o Modigliani, e incluso en la arquitectura de Gaudí. En la actualidad lo africano tiene una presencia evidente en el mundo de la música, la literatura, el deporte y hasta en la Iglesia.