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La situación internacional en la actualidad se caracteriza, tanto en lo económico como en lo político, por la emergencia de nuevas realidades que, sobre todo a partir de la década de los setentas, han acelerado los ajustes y la redefinición de la estructura de las relaciones entre los pueblos, los gobiernos, y las sociedades en general. Destacan en particular:
La caída del socialismo burocrático, que significó el debilitamiento de los límites que representaba para la penetración y dispersión del capitalismo internacional en el escenario mundial, con la consiguiente elevación en la complejidad y profundidad de los efectos de esta penetración en las estructuras nacionales e internacionales.
La conformación de nuevos bloques comerciales y financieros, cuyos países hegemónicos serían: los Estados Unidos de América, Alemania y Japón, con su propia área de influencia económica y política en América, la Europa Unida y la Cuenca del Pacífico, respectivamente.
El nuevo ordenamiento mundial que esta nueva fase trae consigo se debate ahora entre la competencia feroz tanto por los mercados que emprenden las superpotencias, como en la disputa por la hegemonía política mundial, oscilante entre un mundo unipolar (conducido por los Estados Unidos), o bien un mundo en condominio de poder, con equilibrios concertados.
Una nueva distribución internacional del trabajo, con nuevas fórmulas de acumulación, en cuyo ámbito son desiguales las condiciones que caracterizan a los países industrializados, de las oportunidades reales de que disponen los países en desarrollo. Los primeros detentan el monopolio de la tecnología avanzada, poseen los recursos financieros suficientes y en ellos se asientan los principales agentes económicos. Por el contrario, los países históricamente dependientes sólo cuentan con una relativa independencia y capacidad para definir sus espacios económicos en función de las nuevas necesidades del mercado mundial, conducido por las potencias hegemónicas. Así, la contradicción principal en la nueva estructura internacional es la que se da entre el Norte industrializado y el Sur pobre y subdesarrollado.
Las nuevas áreas regionales o bloques de influencia incrementarían tendencialmente el comercio y la libre circulación de capitales a su interior, y no tanto el intercambio entre los bloques. Como ha quedado dicho, el proyecto regional para la América Latina se encuentra conducido por los intereses de la potencia norteamericana.
La revolución científico-técnica y tecnológica-informática actualmente en marcha supone una supone una superconcentración del poder sin precedentes, además de la exclusión de los países del Sur de los frutos del desarrollo, si bien se les impone un particular modelo tecnológico y científico ajeno a su identidad y a sus necesidades.
Paradójicamente, esta revolución tecnológica se presenta como un desafío para las mayorías populares. Estas pueden apropiarse, por la participación sociopolítica y por el desarrollo de la inteligencia popular, de los procesos de innovación y utilizarlos como un medio en el horizonte de un mundo más fraterno y sin excluidos. Pero también las mayorías pueden quedar por fuera de estas transformaciones, o simplemente ser utilizadas para la consolidación de las injusticias en que sólo las minorías se benefician de las nuevas posibilidades de la ciencia aplicada.
Los cambios culturales que acontecen en el mundo tienen en la actualidad mucha semejanza con los cambios en el orden económico: las fronteras culturales se van borrando entre países, de suerte que se genera hoy una especie de "mestizaje universal", en que la cultura dominante corresponde a los países más desarrollados pero permite la subsistencia, y aun ciertos influjos de las culturas nacionales.
Asistimos, pues, al derrumbe de una era y de un modo de civilización, que se manifiesta en todas las maneras señaladas, pero también en una "crisis de los paradigmas", o sea en la incapacidad que experimentan actualmente las ciencias sociales para proponer proyectos alternativos que llenen el vacío dejado por el derrumbe de las ideologías, en realidad, del socialismo.