En estas reflexiones intentaremos transmitir las inquietudes de un grupo de religiosas, religiosos y agentes de pastoral preocupados por el acelerado empobrecimiento que sufren nuestros pueblos en Centroamérica.
Vivimos en sociedades donde las mayorías carecen de todo lo elemental para crecer y vivir dignamente: tierra, vivienda, salud, educación, empleo. Los niños están viviendo en las calles, los ancianos son abandonados y las jóvenes y adolescentes venden sus cuerpos para sobrevivir. Centroamérica es la región con mayor movimiento de migración en todo nuestro continente.
Una religiosa que trabaja con campesinos de la zona norte de Nicaragua afirmaba: “Sin hacer grandes planteamientos teóricos, y sin caer en exageraciones, me parece que para ser precisos y honestos con la realidad que viven nuestros hermanos campesinos se puede decir que no son únicamente pobres, son gente hambrienta”. “Desde mi experiencia en Guatemala -dice un religioso- el pueblo indígena sigue crucificado por una minoría que busca desenfrenadamente el poder”.
Este duro panorama se hace más confuso y doloroso cuando lo comparamos con el lujo y la abundancia en que viven unos pocos. Hay desconcierto cuando esas minorías celebran el derrumbe del socialismo, el triunfo del neoliberalismo y el fracaso de las revoluciones que prometían transformaciones estructurales. Más agrava la realidad, la conciencia de que muchos líderes revolucionarios traicionaron la confianza que en ellos depositó el pueblo pobre. Las minorías satisfechas afirman que la única salida para una vida mejor está basada en la ideología liberal, que asegura el enriquecimiento por métodos despiadado a una mínima parte de la humanidad. Es ésta la ideología del FMI, del Banco Mundial, que excluye y margina a las grandes mayorías. Para Centroamérica, los cambios sociales, políticos y económicos mundiales han significado el inicio de un “nuevo vía crucis”. Han convertido “la vida de los pobres en una noche oscura” (Casaldáliga).
Ante esta situación surgen dudas, confusiones, sentimientos encontrados, autocríticas y preguntas como: ¿Qué podemos hacer ante esta situación? ¿Qué nos pide Dios como religiosos y religiosas? ¿Qué nos exige nuestro seguimiento a Jesús desde nuestros carismas?