dc.description | Muy amado hermano:
Recibí de parte de los dirigentes de las Comunidades Neocatecumunales del Ecuador invitación para una reunión con Vd. y otros responsables mayores del Neocatecumenado en Santo Domingo. Diferentes razones válidas me determinaron tanto por excusarme de la asistencia, cuanto por agradecer muy de veras la invitación y para exigirme una suerte de presencia en ella, al menos por medio de esta carta sincera, leal y muy exigida por el sentido pastoral que corresponde a un obispo.
Encontré hace once años que, en esta arquidiócesis que el Señor me confiara, contaba con una presencia realmente impresionante de comunidades neocatecumenales y con una parte muy notable de sacerdotes seculares y regulares que las atendían y participaban íntimamente en ellas. Consideré siempre que, en las ciudades, los nuevos movimientos apostólicos, son un signo muy singular de estos tiempos y que constituyen un valor para la pastoral de conjunto, siempre que se logra consolidar su presencia en la Iglesia particular, a través de la parroquia.
Con el tiempo comencé a sentir pronunciamientos divergentes, actitudes difíciles de frente a la iglesia particular y su organización, que nacían de las posiciones de los grupos neocatecumenales y singularmente de algunos de sus personeros; sacerdotes muy cercanos al Camino comenzaron a apartarse y gente que lo había vivido, lo dejaban en respuesta muy libre a exigencias acaso esclavizantes de los grupos en los que estuvieron. Con dolor he experimentado estas realidades y me he preocupado de ello, sin dejar que eso afecte mi respeto por un proceso que tiene valores admirables; pero, confieso que he entrado también en un cuestionamiento interior fuerte, que he tratado de dirimirlo con delicadeza, consultando con Uds. mismos -catequistas itinerantes, dirigentes a quienes admiro-, tanto para salir de dudas, cuanto para confirmar aquellas que mayor incidencia tienen con la pastoral de conjunto que, como obispo, debo celarla a ultranza.
Personas de mi íntima confianza, de probada sabiduría y celo pastoral, conocedores profundos de su movimiento al que pertenecieron o pertenecen, roborados por un sentido crítico sano que le enriquece en el discernimiento, me han fortalecido e iluminado para componer estas letras de amigo, de hermano, de pastor. A estas personas, todos ellos sacerdotes, agradezco inmensamente su celo y su libertad. Creo que contar con ellos es algo muy grande, don de Dios para una diócesis y para una agrupación o movimiento apostólico. Con el consejo y luz de ellas, quiero decirle a Ud., Kiko y a sus cooperadores más cercanos cuanto encontramos de positivo y negativo en el Neocatecumendo, a fin de que oportunamente se trabaje en posibles cambios de actitudes y hasta de posiciones doctrinales, si se quiere universalizar el movimiento y purificarle de rezagos sobre todo europeos, que en nuestras tierras benditas, cada vez tienen mayor rechazo. | |