Fernández Martos nos presenta una situación veterotestamentaria que tiene mucho que decirnos en nuestra coyuntura latinoamericana de nuestra oración: también nosotros, como Jeremías, tenemos que orar y aprender a orar en medio del dolor.
“Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes. Para venir a lo que no posees, has de ir por donde no posees. Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres” (San Juan de la Cruz, “Modo para venir al Todo”, de la Subida al Monte Carmelo)
Los textos de Jeremías conocidos como las “confesiones” están muy próximos, tanto por la forma como por el fondo, a diferentes salmos y a ciertos pasajes del libro de Job. Jeremías (o sus redactores) no es el inventor de este género; pero lo incorpora a su propia experiencia y expresa a través de él el sentido de su destino particular.
Como señala Von Rad, “las confesiones presuponen una vocación de un servicio muy especial, una especialísima relación de intimidad con Yahveh, y por ello tienen una significación paradigmática importantísima para todo Israel (...). El misterio de Jeremías continúa siendo cómo un hombre cuyo oficio se le había vuelto tan problemático, con una profesión que le destrozaba, aceptada en una obediencia que parecía sobrehumana, recorrió su camino hasta el fin, en el abandono de Dios. En ningún momento le vino el pensamiento de que ese sufrimiento suyo de mediador pudiera tener algún sentido ante Dios, Y el misterio de Dios, que llevara la vida de su mensajero más fiel a través de una noche tan espantosa y absolutamente incomprensible... y le dejara destrozarse en ella.
En este artículo vamos a prescindir de las discusiones sobre qué textos son de Jeremías y cuáles son posteriores al profeta. “La palabra profética, pronunciada en la historia, continúa propagándose a lo largo de la historia, engendrando una palabra nueva. Creo que no es forzar los textos ni su sentido el decir que en ellos se puede ver una trayectoria espiritual y que, en este sentido, forman una unidad. Las crisis se van sucediendo en una progresión de profundidad e intensidad que alcanzan un clímax en la última confesión y que sólo acaban de resolverse en la vida misma del profeta.